Cuando se hizo el plebiscito de 1988 yo era una niña que poco y nada entendía del contexto político y social de nuestro país. Tenía ciertas ideas basadas en lo que comentaban en casa, pero más allá de eso, no me importaba saber más. Era solo una niña. Con parientes militares pro-Pinochet y otros de izquierda en contra de la dictadura, no eran comunes las conversaciones sobre política porque, obviamente, generaban conflictos y por lo tanto, se evitaban.
Quedó grabada en mis recuerdo la canción del NO y el lema “la alegría ya viene” y el famoso arcoíris característico que adoptó el PPD para la posteridad. Supongo que cuando se hablaba de alegría, era para hacer alusión a lo que llamamos Democracia. Esa Democracia entendida como tener el derecho de opinar, votar, expresar sentires comunes, manifestarse libremente tanto a favor como en contra de las decisiones tomadas por las autoridades. Democracia que no existió durante el tiempo de dictadura, que aunque digan que fue un tiempo bueno en términos económicos comparado con lo que sucedía en los años 70 en Chile, época en la cual se privilegiaba lo “Hecho en Chile” y donde muchos comerciantes tuvieron el peak en sus negocios, socialmente la gente estuvo reprimida, intentando sanar heridas que por lo que se puede apreciar, muchos aún no logran sanar. No pretendo hablar de las atrocidades cometidas, porque sería seguir metiendo el dedo en la llaga, pero sí lo menciono sutilmente porque no se puede olvidar que hubo mucha gente de nuestro país que perdió la libertad de manifestar sus ideas, que no tuvo la posibilidad de crecer con sus familia de origen, que tuvo que irse del país, que ha tenido (o tuvo) que vivir durante el resto de su vida con el dolor de haber sufrido una tortura y lo que es más triste, no tuvo la posibilidad de ver nunca más a sus seres queridos porque nunca más se supo de ellos.
Yo era una niña. Crecí con una familia unida. Puedo decir que tuve una infancia feliz. Crecí bajo el Gobierno de la Concertación con una derecha dolida y una izquierda tratando de cambiar la sensación del país de ese entonces. Tengo la impresión que la derecha de esos años no era tan contraproducente que la de la última década. Supongo que se empezaron a aburrir de no poder tomar decisiones. Y si se mira desde afuera, en cierto modo tenían razón, pero en un país democrático, es la mayoría la que elige a sus autoridades.
Democracia. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales (de acuerdo a definición sacada de Wikipedia).
Actualmente, tenemos un Gobierno de derecha, elegido democráticamente. Me guste o no. La Concerta aburrió a muchos, y otros creyeron en esta “Nueva forma de Gobernar”. No me agrada la nueva forma de Gobernar, precisamente por eso, por la forma. Esa forma autoritaria con aspectos de amedrentamiento constante. Siendo objetiva hay algunas ideas que comparto, pero no me conforma el hecho de saber que se privatizan (o se terminan de privatizar) empresas, la mala gestión inicial para la reconstrucción de las regiones afectadas por el terremoto, la falta de comprensión de las manifestaciones sociales, la falta de criterio al detener las marchas legítimas, la poca empatía con las personas más necesitadas.
Pero lo que más me entristece, es que nosotros, los jóvenes que en esos años de cambio y de sanación social éramos niños y o que ni siquiera existíamos durante el Golpe de Estado, arrastremos discusiones arcaicas y obsoletas. Cuando escuchar hablar de “comunachos” me molesta enormemente, sobre todo porque se manosea el término para referirse a personas que no somos partidarios de lo que propone la derecha actual. No me siento comunista por no ser de derecha, no comparto el comunismo porque creo en el capitalismo. Para la forma de vida que se nos ha implantado en occidente es difícil creer que se pueda revertir la globalización, las redes sociales, tomar Coca-Cola o querer acceder a tener auto solo por lujo. Me ofende la falta de ideas de algunos derechistas jóvenes que pudren las redes sociales con comentarios anticomunistas asociando esta ideología a morirse de hambre, a ser roto o pobre. Más aún, me duele ver que se segrega directamente la ideología política discriminando por “clase social”. Me entristece que se considere que no ser partidario del gobierno actual implique ser anarquista, revolucionario o “encapuchado”.
Somos una generación nueva, con ideas diferentes. Somos de una generación de jóvenes con mejores oportunidades que nuestros padres, con más información externa, pero a veces discrepo de mis pares por la falta de capacidad de análisis, por haber heredado ideas de sus parientes en vez de irse creando el mundo acorde a lo que sucede actualmente. Falta más objetividad para ver los cambios, para enfrentarse a veces a discutir y debatir. Ya no basta con hablar de Allende o de Pinochet. Creo que el tema es otro. Es qué queremos para nuestros hijos y futuras generaciones, qué queremos hacer para generar cambios positivos que permitan lograr la armonía de un país que tiene gente linda que ama su patria, pero que se ve dividida por ideas pasadas, antiguas y poco contemporáneas.
Que bonita esa frase de "la alegría ya viene", pero siempre fue una farsa, nunca nos cumplieron con aquello y empezaron a llenarse los bolsillos... a lo mejor se referían a esa alegría, la de ellos.
ResponderBorrarBien has expresado el sentir de mucha gente en la cual me incluyo.
Un abrazo.