lunes, marzo 24, 2008

El día después de Semana Santa




Creo que ya les mencioné mi agnosticismo… si no lo he hecho, les cuento que para mí la Semana Santa (ojo que va con mayúsculas por respeto a quienes creen que debe ir así) no es más que la celebración de la Pascua de los Conejitos y más encima tiene un día viernes feriado...

No pretendo burlarme de aquéllos que sí creen en la resurrección del Señor. No es mi idea. ¿Qué lograría con eso? Que me tiren piedras en la plaza pública… podría llegar a crucificarme por pretender generar una comedia de algo que para muchas personas resulta importantísimo. Incluso, me pone contenta darme cuenta que algunas personas lo viven de verdad y se sienten plenos. Creo que los humanos necesitamos salirnos de lo cotidiano para tratar de entender el significado de la vida... Creer en los simbolismos, creen en los rituales...



Yéndome al lado cómico de la historia, me extraña que, por algún motivo que desconozco, la gente se agolpe frente a los mesones de las pescaderías para adquirir, entre otras cosas, obviamente pescado. Me preguntaba al ver las noticias ¿por qué esas ansias de comer pescado en Semana Santa? Hay semanas en que yo como tres días seguidos alimentos que no tienen su base en la carne (porotos, budín de fideos, zapallo italiano relleno, tortilla de verduras…) y no me he muerto hasta ahora. Pero a la gente le gusta hacer fila, pelear por el último pedazo de congrio o merluza (depende del poder adquisitivo)… Y por otro lado… ¡¡¡qué lucro se logra con la venta de chocolates!!! Ayer, domingo, estaban a mitad de precio en supermercados…



Por otro lado, me llama la atención que las fiestas religiosas siempre vayan acompañadas de “celebraciones paganas”. Supongo que es como la fiesta de los picaos. Lo mismo que en Navidad… Tampoco celebro la Natividad del Señor, pero sí me dedico a comprar regalitos, comparto en familia con un cotelé y/o cena… Para la Asunción de la Virgen pude observar el año pasado que como las calles estaban cortadas (cerca del cerro La Virgen, en Concepción) estaba LLENO de vendedores ambulantes. Ah que no me creen que vendían: burbujas, stickers, collares, pulseritas, monitos luminosos, y uno que otro vendía espigas de trigo y velitas… Y lo PEOR! la gente compra todas esas chucherías…

Este fin de semana santo, fui una Santa. Salí el jueves y el sábado, pero me porté bien… quién sabe si estaba sobre mí el manto sagrado y me tenía una misión en estos días… por lo menos estuve tranquila y feliz. Quizás de algo sirva celebrar estas fechas para quienes no tenemos nada que ver con el Critianismo…

Les dejo como reflexión algo que me dijo mi amado:


¿En qué basas tu concepto de bondad?
No hay una respuesta única ni lógica para ello, pero rescato lo que dijo me hija: “Yo soy buena porque me porto bien, no le hago daño a la gente”. Supongo que muchos nos basamos en eso… pero, ¿dónde queda la generosidad? ¿el respeto? ¿el amor? Son parte de la bondad o son excluyentes? Se los dejo…

miércoles, marzo 12, 2008

Mentiritas piadosas




En la vida hay situaciones que merecen decir una mentirita…

Aparte de las clásicas como:

- “Voy y vuelvo”
- “La puntita no más”
- “Se me perdió tu número de teléfono”
- “Ando sin plata en el celular”
- “No tenía cómo llamarte”
- “Te llamamos…”

Hay otras que inventamos a diario sin darnos cuenta, y habitualmente es para salvar alguna situación incómoda y no quedar mal con los demás…

Me ha tocado ver constantemente a un personaje (no es el mismo cada vez) explicando al señor carabinero, que se estacionó frente a mi casa porque andaba de pasadita y fue a buscar un examen a la clínica… Yo sé que eso es mentira, porque desde que salí en la mañana que el tipo dejó su auto en mi salida de vehículos y tuve que hacer contorsiones con el auto para sacarlo.

“Se murió mi abuelita”… era la clásica del alumno universitario… no sé si aún esa chiva tan espantosa sirva, pero era muy típico inventar el fallecimiento de la tía o de la abuelita… son parientes que a pesar de ser cercanos, lo usual es que no vivan cerca de nuestra casa y por ello no hay forma de demostrar lo contrario… ¡Pésimo!

- “Préstame tu celular… voy a pinchar no más”…
- “Tenís cigarros… es que no alcancé a comprar”
- “Te queda mucho mejor tu corte de pelo nuevo”

Al día siguiente del carrete. Si ‘amanecemos’ (tipo 2 y media de la tarde) y nos duele la guata es porque el asado que comimos nos cayó mal… no es culpa de las 5 piscolas que nos tomamos… y si nos duele la cabeza, debe ser estrés… “no, no es caña… si no tomé casi nada”.

- “Profesor, no estoy copiando… le estoy pidiendo goma de borrar”
- “Quedó en pana la micro…”
- “Me demoré porque había un tremendo taco”

Otra gran mentiraes que la que decimos cuando alguien nos está esperando... yo también lo he hecho, pero me he dado cuenta que mucha gente lo hace... te preguntan ¿Dónde vas? ¿Te falta mucho? Y uno responde "voy llegando"... o bien "voy en tal calle" siendo que en realidad esa calle no la hemos pasado porque faltan 10 cuadras... esa mentirita es para que la persona que nos espera se quede un poco más tranquila...





A propósito de nada… tengo una duda que es probable que ya me la haya auto-respondido….
¿Por qué los hombres cuando quieren engrupirse una mina la invitan a comer helado?
Supongo que es lo que suena más amoroso… yo prefiero que me inviten un café o de lleno, una cerveza… suena rasca pero creo que es mucho más directo y menos absurdo que ofrecer tomar un helado sentados en la plaza…



PD: Mi tesis está viendo la luz!!!! WIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIiiiiiiiiiiiiiiii

domingo, marzo 02, 2008

Llegó marzo!


Tengo latente en mi memoria el recuerdo de los primeros días de clases.

Mi primer gran desafío fue entrar a prekinder en el colegio. No era la hermana mayor, así es que siempre iba un paso atrás de mi hermana que como primogénita tuvo que vivir todas las experiencias sola. Ese día que mi papá me fue a dejar a la sala, lloré… y recuerdo que al año siguiente también lloré. No sé por qué lloraba, pero sí recuerdo que abrazaba a mi papá aferrada, hasta que la Madame me calmaba y me decía que era muy lindo todo lo que iba a suceder, que no tuviera pena, que no tuviera miedo…

Todos los años la entrada a clases, más que para nosotras (mis hermanas y yo), era para mis papás un evento.


Todos los años teníamos que posar para la foto de entrada a clases frente al frontis del colegio. Hay algunas que miro con espanto sobretodo aquéllas de mi época entre púber y adolescente, pero al poco rato me provocan ternura. Mal que mal, era yo la que elegía ponerme las calcetas L’eggs hasta la rodilla con el jumper hasta esa misma altura… Y era mi mamá la que me definía el corte de pelo que llegué a odiar. ¡Porque mi pelo era indomable! Casi una melena de león.

En los tiempos de jardín, cuenta mi mamá que nunca logró verme llegar con los dos moños igual a como ella me los había dejado plantados temprano en la mañana. Tampoco nunca pudo verme llegar sin los bototos plomos (porque eran negros), con las calcetas a la misma altura o sin las rodillas negras.
Era un monstruito… un Mowgli viviendo en la ciudad. Pero lo pasaba bien.

Fui creciendo, aprendí a leer y a escribir de forma notable, en español y en francés. Una linda caligrafía, buena lectura en voz alta… mi profesor de 1º básico, Monsieur Montserrat, me regaló una copa en un concurso de lectura que hizo en mi curso. Salí segunda, por equivocarme en una palabra… mi más grande fracaso a tan poca edad… y empecé a ser muy perfeccionista. Creo que es algo que mantengo, por desgracia, hasta ahora…

Con el tiempo fui desarrollando mis habilidades de mandona. Fui Presidenta de curso. Mi mamá se metió en la Directiva… En el colegio, en esos años aún en tiempos de Dictadura, había mucho “nuevo rico” o también llamado “roto con plata”. Se olía el arribismo, en una época donde las pesqueras y las forestales, además de las microempresas zapateras, eran el boom de la economía de esta región. Entonces había mucha mamá dueña de casa que esperaba a los cabros chicos estacionada afuera del colegio media hora antes de la salida, harto papá que iba a las reuniones de apoderados a mostrar su falta de respeto y su nueva forma de vida adquirida hace poco. Cuando se ponían de acuerdo para la cuota mensual que financiaría las actividades de fin de año, muchos decían que la cuota debía ser alta para darle a los niños un buen paseo de fin de año… pero a la hora de pagar, muchos se corrían hasta última hora… Y con esos padres arribistas se generaban hijos arribistas que se burlaban de la mochila, los zapatos, del auto o del peinado que llevaras.

En esos tiempos, ochentas, comprarse un auto bonito era tan caro como comprarse una casa. Y había gente que podía pagarlo, aunque vivieran arrendando…

Y sí, se burlaron de mí por la falta de marca de mis cosas. En ese entonces era súper importante llevar la marca de moda… nunca tuve las zapatillas de lona Topper, ni los pantalones Fiorucci o el bolso con olor de Il Gioco. Sufrí absurdamente por no poder estar en la misma onda, y ahora me doy cuenta que todo eso pertenece a una forma de ver la vida muy básica y ridícula.

Recordaba mis primeros días de clases… un febrero en que había que comprar el uniforme, si es que no heredaba el de mi hermana mayor. Lo más importante eran los zapatos. Como usaba plantillas tenía que usar zapatos de caña alta… los famosos bototos que odié cuando aparecieron los hermosos mocasines que nunca pude usar…

Cada entrada a clases era un nuevo paso. Siempre cambiábamos. Verano tras verano se producían metamorfosis en nuestros cuerpos. Más grandes, más flac@s o gordos, más altos, con el pelo más corto o más largo… Algunos llegaban mucho más altos debido al estirón. Otros llegaban con la voz cambiada o llenos de gallitos. Las niñas llegaban más pechugonas…
Recuerdo con nostalgia aquellos días… y me da lata acordarme de mi edad del pavo… porque fui muy mala hija.

Ahora, me toca vivir a mí el otro lado de la moneda… mi hija entró el miércoles pasado a clases, a prekinder. Se veía tan linda con su uniforme. Me ha costado levantarme temprano para ir a dejarla, pero la carrera ya empezó y ya no para…