Me muevo en auto. Soy mala amiga de los colectiveros y choferes de micro. Por lo general, peleo con ellos a través de la ventana o con la carrocería completa por el espacio que no cedo cuando intentan cambiarse de pista sin señalizar y de forma prepotente.
Sé que es un tema personal, y también sé que gran porcentaje de las personas del Gran Concepción se mueve en transporte público y no creo que lo disfruten. Lamentablemente, a pesar de que muchos se quejan del Transantiago, nosotros estamos a años luz de poder tener un sistema de transportes como el que ellos tienen. Consideremos además que no existe conectividad directa entre las comunas de San Pedro y Chiguayante (a menos que sea en tren y en horarios específicos) y no debe tomarse como un tema menor.
El proyecto Biovías ha ayudado a mejorar el aspecto de las avenidas, además ha permitido la circulación de las micros por zonas exclusivas en algunos sectores, sin embargo no ha logrado cambiar la mentalidad de los conductores de los vehículos del transporte público ni tampoco de los pasajeros.
Observemos las calles. Muy pocas son las avenidas por donde es posible que “congenien” vehículos pequeños con las micros. Y en aquéllas que es posible, las carreras y la prepotencia por parte de los choferes es notable. Para qué hablar de los choferes de colectivos. Ellos al parecer son de otro planeta porque no respetan la señalización ni los cruces ni los paraderos… ni nada.
Pongo ejemplos claros:
Entrada al puente Llacolén por Calle Los Carrera: Justo en el comienzo del Puente Llacolén, en la bifurcación hacia la población de los edificios de colores, las micros de detienen a tomar pasajeros. No hay paradero, no hay señal de Parada.
Entrada al Puente Llacolén por Avda. Costanera: Precisamente en la subida a uno de los enlaces con el puente (oreja) las micros se detienen a tomar pasajeros, provocando un desconcierto en el conductor que viene detrás, pudiendo generar un accidente. No hay paradero, no hay señal de Parada y es imposible que haya por la morfología del camino.
Calles Chacabuco, Lincoyán y Rengo: son las calles por donde más circulan taxis colectivos. No respetan a los vehículos particulares, tampoco respetan la señalética, menos los paraderos autorizados. Toman y dejan pasajeros donde se les da la gana, adelantan y se cruzan sin tomar ningún resguardo, sin señalización.
Camino a Chiguayante: Es el camino de los que recorro habitualmente que me provoca mayor temor por la velocidad de los vehículos, en general. Habitualmente, las micros van a una velocidad superior a los 100 km/h y cuando no vas a una velocidad que a ellos les acomode encienden las luces altas que se reflejan en los retrovisores. Me ha pasado más de una vez que he tenido que acelerar a más de 100 km/h porque no me es posible cambiarme de pista y me amenazan con las luces.
El hecho que las micros paren en cualquier parte tiene que ver principalmente porque no se respetan las paradas autorizadas tanto por parte de los pasajeros como por los mismos conductores. Tiempo atrás se instauró esta medida en calle O’Higgins y San Martín, pero más que eso no he visto.
Las carreras excesivas de las micros y los taxis colectivos pasan por lo que se ha mencionado desde siempre. No es posible que los choferes ganen por boleto cortado. Fíjense en los “sapos” que están en los paraderos. Cumplen la función de radares de los micreros y les indican a cuántas micros más allá van la otra ‘máquina’, lo que claramente genera que el chofer ande a altas velocidades por zonas de 60 km/h.
Por otro lado, me simpatiza el tren, pero no cumple mis expectativas para mis destinos habituales. Quizás cuando sea el momento se transforme en mi modo de transporte interurbano favorito.
No es mi intención quitarle valor al transporte público, todo lo contrario. Controlando de mejor forma a los choferes de este sistema pueda mejorarse su valorización. Mejorar el estado de las calles, mejorar el acceso a los buses, cambiar la mentalidad de la gente de hacer parar la micro o el taxi colectivo en cualquier parte, entre otras son ideas que deben implementarse.
Así es que para terminar, considero (así como muchos otros) la venta de las acciones de ESSBIO debiera usarse en mejorar las condiciones de transporte de nuestra zona, en vez de seguir invirtiendo en el metro de Santiago que no nos aporta en nada a las personas de la región del Biobío.
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