martes, agosto 28, 2012

El terrible Jefe


“No me diga nada a mí, yo soy mandao no más”. “Si tiene algún reclamo hable con el Jefe”.

No estoy clara si tiene que ver con la antigua costumbre de ser dependiente de un patrón o se trata de no asumir algún tipo de responsabilidad. Se me ha hecho algo habitual que el dependiente que me atiende en un local comercial, restaurant, almacén, boletería de cine o de buses, guardia u otro de atención a público no sea capaz de hacerse cargo de ningún reclamo o sugerencia por parte de nosotros los clientes. Lamentablemente, la mayor parte de las ocasiones uno se desquita con el empleado que da la cara cuando algo nos disgusta, pero siendo la cara visible muchas veces no queda otra. Bendito seas Libro de Reclamos, aunque no sé qué tan efectivo puede ser. Nunca me han llamado para presentarme las excusas a mis reclamos.

Justamente ayer, en el Servicio de Impuestos Internos, la señora del mesón de informaciones (muy amable y clara para explicarme todo lo que debía hacer) me recomienda que me acerque a algún ejecutivo para acreditar mi domicilio y poder solicitar el timbraje de facturas para mi nueva empresita. Dado que soy propietaria y por ende contribuyente de mi vivienda (mismo domicilio que usaré como oficina) no era necesario presentar las escrituras de la casa, tema que implicaba ir a mi casa y volver a hacer la tonta fila. Esperé más de 30 minutos para que por fin tocara mi número de turno y el hombre que me atendió me dijo que sin escrituras de la casa no podía hacer nada. Me enfurecí. Me empezó a despachar. Quería decir que lo que me había explicado la otra señora no era cierto. Pedí hablar con la Jefa. El hombre insistía en que no podía hasta que la Jefa le dio la instrucción. Bastaba con el rol de avalúo fiscal de la propiedad que estaba como información entre mis datos del SII. El gusto de hacernos ir y volver y perder tiempo.

“No es mi culpa, a mí me mandan y yo hago mi trabajo”. Entiendo que los guardias hacen su pega y acercarse a “molestarnos” muchas veces corresponde a parte de su trabajo. Que un guardia se reserve el derecho de ingreso al local que tiene encomendado es parte de su trabajo y siendo objetivos, lo está haciendo bien. Pero de que molesta, molesta y a veces mucho más de la cuenta.

El jefe se ríe y todos tienen que reírse. Me van a disculpar, pero yo no me río si no me parece gracioso. No falta el jefe que tira la talla pesada y tampoco faltan los chupamedias que se ríen para hacer causa común con él, aunque el (o la) humillado(a) sea un compañero de trabajo. Con menos razón me río de las bromas con connotación sexual. En la pega no.

A veces me parece que muchos necesitan tener jefe para poder hacer bien la pega. Y lo más probable es que así sea. En trabajos de terreno es común ver que los jornales no trabajen si no tienen a un supervisor encima controlando que hagan el trabajo. Algo parecido se observa en casas comerciales; si no está el supervisor dando vueltas, las dependientas se dedican a conversar entre ellas. Como dicen por ahí: “cuando el gato no está, los ratones salen de fiesta”.

El terrible jefe en un altar. Adorarlo o decirle amén en todo es parte del juego. Ser pateros o dejarse pisotear pareciera estar incluido en la letra chica del contrato. Pero hablar mal de él a sus espaldas también. No tendría gracia juntarse con los colegas a fumarse un cigarrito o salir en la hora de colación sin tocar el tema del jefe. Esperemos que ojalá no se dé cuenta de que sacamos la vuelta, pero también ojalá que se dé cuenta que llegamos temprano pero no lo haga cuando aplicamos zapatillas de clavo.  

Una de las grandes motivaciones que tengo para tener mi propia empresa es precisamente el hecho de querer ser mi propia jefa porque me carga ser apatronada. No me gusta ser dependiente ni que me controlen los horarios, me molesta tener que cumplir las horas de trabajo aunque a veces esté consciente que estoy calentando el asiento. Cumplir por cumplir. Prefiero cumplir por gusto. 

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