Y pensar que mi post anterior hablaba de los peligros de una mujer al volante...
Una mala maniobra hecha sin premeditación. No
lo pensé, estaba pendiente de poder salir del servicentro y cambiarme a la
pista de la derecha. No pensé en nada más que eso. Lo autos por fin se
detuvieron y me dejaron pasar. Logré cambiarme a la derecha y pasé. Crucé la
avenida de 4 pistas con un rojo que nunca vi. Todo pasó muy rápido. Me encontré
con una camioneta gigante en mi ventana lateral derecha, por otro lado vi un
auto rojo que frenaba para dejarme pasar. Y pasé de largo. Reaccioné solo a
seguir avanzando lo más rápido posible para poder salir de este enredo de
vehículos.
Todo fue culpa mía. Una volada absurda y sin
sentido. Últimamente se me ha hecho costumbre andar en la luna y no darme
cuenta de algunas cosas. Lo que más me angustia es que pude no haberlo contado.
Dicen que a veces uno se salva por pura “cue’a”. Otros dicen que no tenía
pedida la hora. Sea lo que sea, la vi fea pero no tanto porque no choqué, nadie
salió herido y no produje el accidente múltiple que en un par de microsegundos
pensé que ocurriría. No me asusté, no tuve descarga de adrenalina, no alcancé a
reaccionar. Cuando me vi liberada me dio calor… y un tanto de vergüenza; mal
que mal cometí LA estupidez más grande que jamás haya hecho en la vida.
No he dejado de pensar en lo fatal que pudo
ser. En lo frágil que es la vida. Recién me había despedido de mi hija. Todo
había sido normal. Emmm, en realidad lo sigue siendo, con la diferencia que
pienso y pienso en mi no fatídico final y que tengo que seguir echándole ficha
a esta máquina llamada vida.
Quiero saber que estoy haciendo las cosas como
deben ser, quiero aprender a lidiar con mis fantasmas y armarme de valor para
hacer entender mis ideas y entenderme a mí. No es el momento de partir aún,
falta mucho todavía que recorrer. Aunque me dé una tremenda vuelta en círculo,
prefiero gastar la suela que quedarme sentada esperando que las cosas pasen sin
mí.
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