De niña esperaba ansiosa el día
de mi cumpleaños. Hasta el día de hoy me alegra cumplir años, sin embargo a
medida que pasan una espera que las velas sean solo figuras geométricas y no una
cantidad desproporcionada que pueda provocar un incendio. Este año solo fue un
signo de interrogación, casi por humorada, porque asumo mis 33 con mucha alegría.
El cumpleaños tiene connotación
de evento, ya sea uno con invitados y torta, o como hito en la vida de cada ser
humano. Marca una pauta entre un antes y un después. Marca ciclos y etapas de
nuestras vidas que nos permite además ir "calendarizando" nuestros
recuerdos. El festejo anual del cumpleaños pasa a ser una tradición en la que
niños y niñas comienzan a internalizarse en los primeros eventos sociales, de
adolescentes son los eventos para la conquista y primeros tragos, luego de
asados y carretes con gente que a veces ni conoces, hasta volver a las
celebraciones familiares, con un grupo más reducido de invitados donde participan
los más cercanos.
Una de las sensaciones más
incómodas autoprovocadas es la del momento de apagar las velitas. Uno se siente
ultra observado, además que en la parte donde deben decir tu nombre aparecen
sobrenombres de tus amigos, de tu familia, tu pareja, hijos, abuelos, etc...
Me gusta estar de cumpleaños y
cuando lo estoy lo digo a todo el mundo. Muchas personas no le cuentan a nadie
y por lo tanto no las saludan ese día. Uno espera que los demás se acuerden,
con eso de cierta forma, demuestran qué tan importante eres para ellos. Pero a
estas alturas y con este ritmo de vida, reconozcamos que es difícil acordarse
de todo, por lo menos yo ya perdí esa capacidad. Cuando era niña llevaba
anotado en mi agenda los cumpleaños y mis amigas me dejaban un recordatorio
tipo "eres una buena amiga y espero que te acuerdes de mi
cumpleaños", ahora es Facebook el que me lo recuerda, si no, habrían
muchos cumpleaños que olvidaría, incluso los importantes que no debo olvidar. Mi
hermana por otro lado, era tan fanática que empezaba la cuenta regresiva al día
de su cumpleaños casi seis meses antes, preparando listas de invitados separados
por niñas y niños y pensando en la motivación de su torta.
Mis padres siempre me lo celebraron,
aunque por estar en enero tenía que celebrarlo anticipado para poder invitar a
mis compañeros de curso. Así es que a veces celebré en diciembre e incluso otras
en noviembre. Siempre quise que me cantaran el "Cumpleaños Feliz" en
la sala de clases. Nunca pudo ser... sufrí por eso. Invitaba a todo el curso,
con los chicos invadiendo todas las habitaciones. No había piñata, habían
platos con dulces para que sacaran a destajo, con eso se evitaban los golpes y
los llantos de frustración por no agarrar un par de dulces más. Lo pasábamos
bien. Siempre lo he pasado bien.
Cuando era niña me sentía más
grande al cumplir años... ahora cada año siento que me pongo más vieja, aunque
suena mejor decir que me pongo más madura. Quizás lo más complicado es ir
dándome cuenta cómo pasan los años y entender que hay cosas que tengo que hacer
ahora y no dejarlas para el futuro...
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