Hoy se cumplen 7 años de la partida de mi abuelo. Siempre que lo recuerdo, me viene la idea de que fue un hombre que disfrutó la vida a concho y que aunque haya cometido errores, hizo todo lo que quiso y la vivió a su manera.
El hecho de tener un referente que es parte de la familia con una incomparable visión de los negocios, una capacidad ilimitada de conocer gente y lugares y la fuerza interior de darle vuelta la mano al destino para seguir viviendo después de infartarse, me hace pensar en que debería ser más enérgica en motivarme a lograr los objetivos que me propongo.
Cuando tienes tantas herramientas a tu favor y de alguna u otra manera no permites que las metas las definas a corto plazo sino que extiendes tu esperanza de vida al infinito diciendo que alguna vez las vas a realizar, pienso en él y en su astucia, su entusiasmo y sus locuras y me doy cuenta que esperar tanto no es conveniente. La vida es hoy y ahora. Por más que me intento convencer de aquéllo siempre hay algo que me frena.
Aprender a decir que no, para algunos es tan fácil. Para otros es tan difícil. Entender que se puede si uno se lo propone, con lo justo, no con grandes riquezas. No hay riqueza más grande que la voluntad de querer ser grande en el interior, de querer alcanzar lo imposible. Siento que a veces me enfrasco en superficialidades. Ya lo he manifestado antes, nos obligan a cumplir ciertos estándares en la vida para ser de un cierto tipo de gente, nos establecen una estructura desde pequeños: colegio-universidad-trabajo-casa-auto-familia, que visto desde la sociedad en la que vivimos es lo más normal del mundo, sin embargo hay otros que eligen otra forma de vida y es tan válida como cualquiera.
Pienso en mi abuelo que abandonó esos estándares para hacer lo que él quería, no siguió los pasos que se le inculcaron simplemente porque no quiso, porque vio su destino dibujado de otra forma. Abandonó de cierta forma a su familia por él mismo. Y aun así, siendo un loco que vendía casas de perro, que aprendió sobre la marcha a construir casas rodantes, que hacía todo al ojo porque no sabía dibujar, que trabajó en la caja de empleados particulares, que no siguió los pasos que sus padres esperaban de él siendo hijo único, que construyó a mano su casa en Caldera a prueba de ladrones, siempre tuvo un apego a sus nietos, y cuando nació su bisnieta ya con casi 80 años manejó desde Santiago a conocer a mi hija en auto. Un crack como dijo mi primo. Un hombre con un montón de fallas, pero también con una entrega a la vida. Eso siento que es lo más envidiable de él. Sus ganas. Su incansable necesidad de descubrir.
Anécdotas inolvidables:
1.- Me construyó un tablero de dibujo para cuando estudié Arquitectura. Hizo más de 3 tableros porque cada vez que lo tenía terminado, alguien ofrecía comprárselo y lo vendía. Nunca tuve un tablero. Tampoco seguí estudiando Arquitectura.
2.- Para el terremoto del 2010, el tercio de sus cenizas que estaban en un frasco de cerámica sobre un mueble de mi casa, cayeron al piso y quedaron desparramadas y tuve que recogerlas con cuchara mezcladas entre pelusas y tierra. Espero que le haya causado gracia, porque fue una situación bien especial.
Moralejas: Nada es imposible si lo quieres hacer. No hay que fijarse en tonteras. Todo se puede.
Su canción, totalmente. Saludos abuelo, donde quiera que esté.
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